[Cambio de planes]
Pero esa tarde fue diferente. Alex observaba como las gotas de lluvia se pegaban en su cristal y se peleaban por ver quién llegaba antes al poyete de la ventana. Esa carrera de gotas de agua le recordaba las carreras con sus amigos. ¡Siempre estaban corriendo! A veces hacían carreras de carretilla, y a él siempre le tocaba ser la carretilla. ¡Terminaba con las manos destrozadas! Pero merecían la pena esas pequeñas heridas. Hacían carreras de todos los tipos. A veces, se iban a casa de José el carpintero y asustaban a su perro Sultán. Éste tenía muy malas pulgas y ladraba, enseñaba los colmillos en señal de defensa y lo que más les gustaba a Alex y sus amigos era que Sultán siempre salí detrás de ellos corriendo. A ellos no les daba miedo que pudiera morderles. Habían escuchado muchas veces lo de perro ladrador poco mordedor. Y aunque sabían que no debían generalizar, también sabían que ese refrán le venía perfecto a Sultán.
Y seguía recordando todos esos juegos con sus amigos en las tardes de sol. También recordó las travesuras en clase, las trastadas en las casas, etc. Eran niños, y ejercían como tales comportándose como diablillos.
Aunque Alex era demasiado pequeño para comprender el significado de la palabra melancolía (tan sólo tenía 8 años), recordó todas esas cosas con auténtica melancolía.
A la mañana siguiente, Alex se marcharía de su pueblo para ir a Madrid, porque a su padre le habían trasladado en el trabajo. Él no quería irse. En ese pueblo estaba su escuela, sus amigos, sus vecinas, sus juegos, Sultán, su vida Y estaba ella
Ella se llamaba Elena. Le gustaba todo de ella. Su pelo castaño, sus grandes pestañas, los vestidos que se ponía, su sonrisa ¡Hasta esa mochila rosa que todo el mundo decía que muy fea! A él le parecía muy bonita por el simple hecho de que era de Elena. Cuando ella faltaba a clase, Alex se ponía triste y sólo miraba el reloj deseando salir para poder llamarla y ver qué le había pasado. Con tan sólo ocho años, Alex vivió su primer gran amor.
Y a la vez su primer gran desamor, pues a la mañana siguiente se marcharía para no volver a verla. Su padre no le entendía, y no le hacía caso cuando le suplicaba una y otra vez que se quedaran en el pueblo.
Alex pensaba que todas las personas mayores eran unos egoístas y que a ninguno les importaba lo que pensaran los niños.
Y ahí seguía, mirando las gotas caer, deseando que todo fuera una pesadilla. Lloró mucho esa noche. Sobre todo por Elena. Pero, ¿de qué servía llorar? Eso no cambiaría nada.
A la mañana siguiente se tuvo que levantar a las 7 de la mañana porque su padre quería llegar pronto a Madrid.
Cuando llegaron a Madrid, Alex lo odiaba todo. No le gustaba nada. Pensaba que había demasiada gente, demasiados coches, demasiados ruidos, pocos sitios para correr
Tardaron media hora más en llegar a su nueva casa. Mientras subían las escaleras, una niña bajaba. Era preciosa. Tenía el pelo rizado y negro. Llevaba unos vaqueros y una camiseta rosa. Miró a Alex. Se sonrojó y rió.
Alex tan sólo pudo decir una cosa
-Me empieza a gustar más Madrid.
5 comentarios
4D4 -
Dynaheir -
Nimue: De nada princesa. Si quieres algo más sólo tienes que pedirlo.
Corazón: Sí, y eso es lo que le pasó exactamente a Alex. Un besazo reina.
Corazòn... -
Hay veces en la vida que el curso del destino, no lo puedes cambiar y te lleva lejos de lo que te gusta, màs sin embargo encontrar un nuevo motivo para hacer mas llevaderos tus días te reconforta :)
Bonita historia, saludos!
;o)
Nimue y su kaos -
Marta -
Pero me ha encantado.